“Los Reyes Magos no existen”, me dijeron una vez cuando era niño. Una frase tan contundente como fría, pero también tan equivocada como inútil. Porque ahora, con más de 30 años, puedo asegurar que esa es una de las mentiras más grandes que me han contado.
Estas fechas tienen algo especial, algo que va más allá de los regalos. Son días en los que la nostalgia y la alegría se entrelazan para recordarnos que, incluso en los momentos más difíciles, la ilusión y la esperanza siguen vivas. Y esa magia, esa chispa que enciende corazones, la veo reflejada en las calles, los mercados y las tiendas abarrotadas de Reyes Magos.
Ellos están por todas partes. Caminan con las manos llenas de paquetes, con el cansancio a cuestas, pero con una sonrisa de satisfacción. Algunos cuentan monedas con precisión quirúrgica, buscando estirar lo poco que tienen; otros se dan el lujo de elegir con holgura. Pero todos, absolutamente todos, llevan consigo la misión de hacer feliz a un niño.
Los he visto en los semáforos, cargando juguetes y globos. Los veo en esa madre que trabaja jornadas interminables para sacar adelante a sus hijos, en ese padre que decide tomar otro turno para comprar lo que su pequeña pidió en su carta. Los Reyes Magos no son un mito, son todas esas personas que hacen lo posible, y a veces lo imposible, por regalar alegría y mantener viva la ilusión.
Hoy es el gran día. Es el momento en el que los sueños se convierten en sonrisas, en el que una bicicleta, una muñeca, una pelota o incluso una simple bolsita de dulces se transforman en magia pura. Porque no importa el tamaño del regalo, lo importante es el amor, el esfuerzo y el sacrificio que lo acompañan.
Así que, si alguna vez alguien te dice que los Reyes Magos no existen, míralo a los ojos y dile con toda la certeza del mundo: “Sí existen. Los veo cada día, y hoy más que nunca.” Porque están entre nosotros, recordándonos que la verdadera magia no está en el regalo, sino en la ilusión que se comparte.
Hoy, agradezcamos por esos Reyes Magos de carne y hueso que, con su dedicación y amor, hacen del mundo un lugar mejor. Por ellos, y por la esperanza que mantienen viva, los niños de todas las edades seguimos creyendo en la magia.