La época de Donald Trump en la Casa Blanca nunca pasó desapercibida para México. Fue un periodo de tensión constante, de insultos lanzados desde Washington y de una narrativa que trataba a los migrantes como criminales. Ahora, con la amenaza de nuevos aranceles del 25% y la idea de designar a los cárteles como grupos terroristas, Morena ha decidido convocar a la unidad nacional. Pero, ¿es esto un gesto genuino o simplemente una maniobra política frente a una situación que los desborda?
Gerardo Fernández Noroña, desde su habitual trinchera en el Congreso, advierte que las medidas de Trump violan acuerdos internacionales. Morena, por su parte, intenta balancear el mensaje: cooperar con Estados Unidos, pero sin ceder ni un milímetro de soberanía. Incluso anuncian con bombo y platillo el programa “México te abraza”, una estrategia para atender a migrantes deportados. En el papel, todo parece ser una postura firme y solidaria. Sin embargo, la realidad tiene matices que no podemos ignorar.
¿Dónde estaba esta “unidad nacional” durante los casi siete años en los que Morena dividió al país con su retórica polarizante? Pasamos de los discursos de “conservadores” contra “progresistas”, de “chayoteros” contra “prensa libre”, y de “pueblo bueno” contra “elite corrupta”. Morena ha construido gran parte de su narrativa en torno a la división, y ahora se sienten con la autoridad moral de pedir unidad.
La postura del gobierno mexicano no está libre de contradicciones. Mientras se condena la amenaza de aranceles, se busca mantener las exportaciones de productos agrícolas y automotrices. Mientras se critica el intervencionismo estadounidense, se promueve la cooperación en seguridad. Y mientras se promete atender a los migrantes, las condiciones en los albergues de la frontera sur son una asignatura pendiente.
El llamado a la unidad no es, en sí mismo, algo malo. De hecho, es algo que debería ser parte de cualquier gobierno en un momento de crisis. Pero la unidad no puede construirse sobre la hipocresía ni la memoria selectiva. No se puede invocar la unidad nacional cuando el discurso de división ha sido una herramienta recurrente para consolidar el poder.
Donald Trump no ha cambiado. Sus posturas siguen siendo las mismas: agresivas, xenófobas y unilateralistas. Pero, ¿y Morena? Tal vez la pregunta más importante no sea qué hará el gobierno mexicano frente a las amenazas de Trump, sino si estará dispuesto a dejar atrás la retórica polarizante para construir una verdadera unidad nacional. Por ahora, ese llamado suena más a urgencia que a convicción.