En México ser periodista es casi un deporte extremo. Y Oaxaca acaba de darnos un nuevo ejemplo de lo fácil que es pasar del reporteo a ser víctima de la violencia policial.

El viernes 7 de marzo, el periodista Álvaro Cuitláhuac López, reportero de El Independiente y El Imparcial de Oaxaca, fue detenido con violencia por policías cuando intentaba defender a su padre, quien estaba siendo sometido con uso excesivo de la fuerza en la Central de Abasto de la capital del estado.

Pero lo que ya era un abuso se volvió escándalo cuando uno de los policías le espetó: “Aquí tengo al dizque reportero. Su credencial ya venció, entonces no creo que sea reportero. ¿Qué quieres que le haga?”. Y la frase que hiela la sangre: “Tengo el video del que matamos, del que se nos pasó la mano y aquí seguimos trabajando”.

Sí, así, con esa desfachatez, como si fuera normal.

Golpes, amenazas y detención arbitraria

Álvaro Cuitláhuac intentó grabar el abuso policial contra su padre, pero los uniformados lo sometieron, lo esposaron y lo golpearon. Fue llevado detenido por supuestamente “obstruir un operativo”, del cual nadie sabía nada.

Su familia fue a la Fiscalía para pedir información, pero les negaron cualquier dato hasta pasadas varias horas. Mientras tanto, el reportero era amenazado, golpeado y su familia fotografiada. En un video publicado tras su liberación, Cuitláhuac mostró las marcas de los golpes y relató cómo los policías lo intimidaron.

Y si el abuso policial ya era indignante, lo que vino después lo hizo aún peor: la Fiscalía de Oaxaca sacó un comunicado sin una sola pizca de empatía, sin siquiera el clásico “usted disculpe”.

El mensaje oficial solo decía que “se corroboró que los detenidos no participaron en los hechos”, como si hubiera habido un crimen en primer lugar. Y para rematar, prometieron que “se verificará la correcta actuación de los elementos que participaron en el operativo”, como si hubiera algo que investigar cuando todo quedó grabado en video.

Traducción: no van a hacer nada.

México, país hostil para periodistas

Casos como el de Álvaro Cuitláhuac muestran lo lejos que estamos de frenar la violencia contra la prensa en México. Oaxaca es uno de los estados más peligrosos para los periodistas, pero el problema es nacional: agresiones, amenazas, asesinatos y una constante impunidad.

Mientras tanto, las autoridades se lavan las manos, los agresores siguen en las calles, y ser periodista en este país sigue siendo un trabajo de alto riesgo. Porque aquí, la verdad duele… y los que la cuentan, pagan las consecuencias.

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