Cuando creíamos que el desastre del sistema de salud pública en México no podía hundirse más, Oaxaca nos demuestra lo contrario. El Hospital Civil “Dr. Aurelio Valdivieso”, columna vertebral de la atención médica en el estado, está al borde de la parálisis total. Sin cirugías, sin medicamentos, sin combustible, y hasta sin alimentos para el personal, el hospital se ha convertido en un símbolo del colapso institucional que tanto se prometió erradicar.

El 2025 apenas comienza, pero para los oaxaqueños, el panorama ya es sombrío. Las promesas del IMSS-Bienestar, la bandera más ambiciosa del actual gobierno para “rescatar” la salud pública, han chocado contra una pared de improvisación y falta de planeación. Roxana Ríos Sánchez, directora del hospital, lo dijo sin rodeos en un comunicado urgente: no hay capacidad para atender ni siquiera emergencias quirúrgicas o obstétricas. En otras palabras, el estado ha abandonado a sus ciudadanos cuando más lo necesitan.

IMSS-Bienestar: el mito que se desmorona

Cuando el gobierno federal anunció que el IMSS-Bienestar asumiría la responsabilidad del sistema de salud, se nos vendió como la solución definitiva. Pero lo que vemos hoy en Oaxaca es el ejemplo perfecto de cómo las buenas intenciones, sin ejecución ni recursos adecuados, pueden empeorar la crisis. La transición de un modelo estatal al federal no contempló la realidad: hospitales desabastecidos, personal agotado y un sistema incapaz de absorber la demanda.

El IMSS-Bienestar asumió el control, pero no trajo consigo las soluciones. Los insumos no llegan, los medicamentos escasean y el personal médico se enfrenta a una crisis que amenaza con sobrepasarlos. Mientras tanto, el gobierno estatal permanece en silencio, confiando, tal vez, en que la indiferencia sea suficiente para calmar las aguas.

El silencio que mata

Ni una declaración del gobierno estatal ni del IMSS-Bienestar. Ni una estrategia visible para atender la emergencia. En su lugar, 850 mil oaxaqueños están atrapados en un limbo, viendo cómo la incapacidad gubernamental los pone en riesgo de muerte. ¿Y qué pasa con las autoridades? Callan. Como si ignorar el problema fuera suficiente para hacerlo desaparecer.

El Hospital Civil, con sus 180 camas censables y 60 no censables, debería ser un refugio para quienes necesitan atención médica urgente. Hoy es un símbolo de desesperanza, con sus puertas cerradas a los pacientes referidos y sus quirófanos en completo abandono. Lo que antes era un espacio de salvación, ahora es un monumento a la incompetencia.

La crisis sistémica que ya no se puede esconder

El problema va más allá del Hospital Civil. Las 750 unidades de salud y los 20 hospitales comunitarios del estado enfrentan condiciones similares. El modelo de federalización, que eliminó las cuotas de recuperación y las aportaciones voluntarias, prometía garantizar recursos constantes. Pero en lugar de eso, ha dejado a miles sin la posibilidad de acceder a servicios básicos.

No olvidemos el Centro de Oncología y Radioterapia de Oaxaca y otros centros especializados que también dependen de un sistema de salud en quiebra. Es un efecto dominó, y cada ficha que cae arrastra consigo a miles de vidas.

¿Qué sigue?

La respuesta es tan simple como urgente: acción inmediata. Los oaxaqueños no pueden seguir pagando con su salud y sus vidas los errores de un gobierno que parece más enfocado en justificar sus fracasos que en resolverlos. La transición al IMSS-Bienestar debe ser revisada y, de ser necesario, replanteada por completo. El gobierno estatal debe asumir su parte de responsabilidad y trabajar en coordinación con el federal para encontrar soluciones reales, no parches temporales.

Oaxaca merece más que promesas incumplidas y excusas. Merece un sistema de salud funcional, transparente y humano. Y mientras la paciencia de los oaxaqueños se agota, el reloj sigue corriendo. Las decisiones que se tomen en los próximos días determinarán si este colapso será el principio del fin o el punto de partida para reconstruir lo que nunca debió derrumbarse.

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