El 13 de enero no es solo una fecha más en el calendario. Es el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión, una jornada que debería invitarnos a reflexionar, pero sobre todo, a actuar. Porque, aunque a menudo no se hable de ello, la depresión es una de las mayores crisis de salud de nuestro tiempo.
Hablemos claro: esta no es una “tristeza pasajera”. No es algo que se cure con frases motivacionales ni con un “échale ganas”. Es una enfermedad que afecta a más de 280 millones de personas en el mundo. Millones que, cada día, lidian con un dolor invisible, una sombra que no se quita y que muchas veces los aísla en un silencio devastador.
Lo más alarmante no es solo la magnitud del problema, sino la indiferencia con la que lo enfrentamos como sociedad. Vivimos en un mundo donde hablar de salud mental sigue siendo un tabú, un signo de “debilidad”. Donde quienes buscan ayuda son estigmatizados y donde, en muchos casos, los sistemas de salud no cuentan con los recursos ni la preparación para brindarles apoyo.
Es urgente que cambiemos el enfoque. La lucha contra la depresión no es un tema individual, es un desafío colectivo. ¿Cuántos más deben sufrir en silencio para que entendamos que la salud mental importa tanto como la física?
Hoy, en esta fecha, recordemos que la empatía salva vidas. Que escuchar, acompañar y, sobre todo, dejar de juzgar puede marcar la diferencia. Y que buscar ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía.
Que este Día Mundial de la Lucha contra la Depresión no pase desapercibido. Porque si algo está claro, es que el silencio no puede seguir siendo nuestra respuesta. Es hora de dar un paso al frente. Porque en esta batalla, estamos todos juntos.